“Déjame nadar por tus venas,
y de saliva,
por tus mandíbulas de sombra,
por tus rincones tiernos,
por tus lentos respiros,
por tus ojos serenos,
por tus palabras tristes,
por tu sonrisa inquieta,
por tu marcha sobre el
asfalto
turbio de las ciudades:
déjame serte”.
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