sábado, 24 de marzo de 2012

"Midnight in Paris" o la perfecta deconstrucción de la nostalgia...

Por paradójico que resulte, la nostalgia suele tener sus encantos. Si es aderezada con fantasía, más aún. La nostalgia, en no pocas ocasiones, suele ser una especie de efectiva trampa. Dicha efectividad se hace más tajante con base en la ausencia de dos factores puntales y decisivos: el arte y el amor. Sin ellos, existe ausencia de vitalidad y plenitud. Si trasladamos esta tesis a la considerada "Ciudad del Amor", París, veremos de qué manera ni la lujuria ni el amor a primera vista resultan ser la perfecta receta para una relación duradera.

Midnight in Paris, la más reciente producción cinematográfica de Woody Allen, ha desfilado recientemente ante mis ojos: irónica, divertida, conmovedora… aunque ello no signifique que esté falta de la suficiente aspereza como para evitar aplicarle un pinchazo a toda aquella nostalgia, quijotesca y excéntrica que, de principio a fin, la abraza.

Además, Midnight in Paris versa no sólo sobre lo bueno que sería vivir en la década de 1920 en París. Mejor aún: se erige como la perfecta deconstrucción de nuestra fascinación nostálgica con el pasado. Podría tratarse de París en 1920, Estados Unidos en 1950, Argentina en 1960, o Japón en 1930, siempre hay períodos en la historia considerada como el epítome de la sociedad y la cultura, que mencionamos con la frase "aquellos fueron buenos tiempos".


Sin que necesariamente el ejercicio cinematográfico de Allen tenga que verse como cínico, encontramos en él una rica exploración de estos (muy cargados) sentimientos nostálgicos, se deconstruye la razón detrás de ellos, mirando, contemplando a quienes los poseen.

Lo mejor, muy a titulo personal: somos sabedores de que esta historia dista mucho de ser real, pero ir de la mano con el protagonista principal de la cinta, no deja de ser una fantasía seductora.

Según se jerarquicen lecturas, la cinta también tiene una exploración reflexiva acerca del núcleo de la creación artística, la inspiración, y la crítica. Valores agregados pero nada deleznables.

Sin embargo, el encanto de la película proviene de la gran cantidad de actores que interpretan a figuras artísticas históricas. Quizá por ello hasta el espectador más marcadamente cínico podría terminar sucumbiendo ante su ingenio y encanto. No obstante la fijación literaria de la película, no resulta premisa el tener que compartir los intereses del protagonista principal de la cinta para poder disfrutar de su fantasía.

La trama de la cinta se centra en Gil, guionista de Hollywood intenta revivir un sueño viajando en el tiempo a fin de poder ubicarse en la Edad de Oro, aquella en la que Picasso y Hemingway son su conocidos, con el fin de poder concretar su meta: terminar una novela que versa acerca de "un tipo que es dueño de una tienda de nostalgias".

Asimismo, Gil se visualiza como uno de los escritores de la "Generación Perdida", bebiendo vino y concluyendo su novela en medio de la elegancia, con todo lo que la atmósfera de París tiene para ofrecerle.

Gil es un romántico, enamorado de cada pedacito de París, de sus mujeres hasta sus paisajes. Cree que París es sumamente hermosa "bajo la lluvia", optando por caminar antes que tomar taxis para deambular en la ciudad.

La película arranca con un montaje de fotos de la siempre atemporal París. Durante aproximadamente cuatro minutos no hay absolutamente ningún diálogo. Destaca la presencia de un, sí, nostálgico jazz reproducido sobre imágenes potencialmente atractivas de la ciudad, lo que permite al espectador darse una idea de París y su belleza.

Durante la cinta descubrimos cómo Toulouse-Lautrec, Degas y Gauguin, también son presa de no poca nostalgia: miran con no poca nostalgia hacia el Renacimiento como la verdadera época de bonanza. El planteamiento se hace inevitable: ¿Qué harías si pudieras retroceder en el espacio y tiempo para así vivir en un mundo considerado mejor que el tuyo en tiempo presente?

Es decir, la nostalgia es muy común, un sentimiento casi universal. En tanto que la película no necesariamente habla de nosotros, aunque, sin duda, hablará con nosotros…

Midnight in Paris

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