«Ella vino no sé de dónde.
Vestía la gran camisa con la que solía dormir, sus pequeñísimas pantuflas.
Empezó a cantarme una tonada que me resultaba conocida y que hablaba de un bobo
que habitaba una colina, un tipo torpe que miraba girar el mundo y al que nadie
comprendía. Sus frágiles dedos acariciaban mis rebeldes cabellos, mordía mis
orejas y pellizcaba mi barriga. “¿Por qué te fuiste?”, le reclamé».
— Francisco Sánchez, Penny Lane, 1998
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