Intencionadamente
esquizofrénico, Cream era un grupo
de jazz con ropas de blues rockers:
convencionales en el estudio en términos de sus melodías estructuradas de verso-coro-verso; arrasaban en
vivo tomando esas mismas canciones, y la música
rock misma, a lugares que nunca antes habían estado.
En el escenario, sus improvisaciones de fantasía se
adentraron en lo que hasta entonces había sido un territorio vallado de jazz.
Antes de Cream, los grupos de
rock que tocaban en vivo en su mayoría tan sólo interpretaban sus canciones como
estaban escritas o estructuradas en sus discos - tal cual.
Por su parte, Wheels Of Fire – tan sólo cuatro pistas, tan sólo 44 minutos y 12
segundos – sería un disco que cambiaría todo
eso, lo que provocaría la fiebre del oro en aquellos músicos que querían ir por los mismos derroteros reclamando triunfos que no les correspondían.
Estamos ante una producción musical plagada de extensos y escandalosos horizontes, y al mismo tiempo con una inherente gran fidelidad - con enorme capacidad inventiva de principio a fin, por extensión; Wheels Of Fire sigue siendo uno de los discos en vivo más estremecedores y electrizantes nunca antes grabados.
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