Keith Richards se jacta de que solía caminar por Oxford Street llevando "un trozo
de hachís tan grande como una patineta" y ni siquiera se le ocurrió que eso podría ser ilegal en la actitud
relajada de los años sesenta.
Después de décadas de
disfrutar de lo que él llama el
"desayuno de los campeones", un cóctel de heroína y cocaína,
afirma que finalmente ha dejado las
drogas fuertes.
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