En la afamada fotografía de Rogelio Cuéllar a José Emilio Pacheco son los libros, desbordados, los que atrapan la
vista. Cerca de las manos del poeta se distingue Puertas al campo (UNAM, 1966), colección de ensayos, artículos y
notas de Octavio Paz.
De ese volumen,
por su asombrosa vigencia, se reproduce aquí un fragmento de "La
línea central", prólogo de Paz a Cuatro
poetas contemporáneos de Suecia, redactado en 1961 y publicado en 1963.
«Nos movemos cada día con
mayor velocidad y así nos extraviamos
con mayor rapidez. ¿Sabemos en dónde estamos? Nadie podría decirlo. Y por
eso nadie sabe hacia dónde vamos. Cierto, leemos las mismas noticias,
utilizamos los mismos artefactos, vemos las mismas películas: todos vivimos en
la misma ciudad, aunque uno habite en Nueva York y el otro en Milán. ¿Dónde
está esa ciudad? Nuestros pequeños departamentos son más grandes que el
desierto para el árabe. Lo desconocido
nos rodea, aunque sepamos el nombre de todos nuestros vecinos, porque no
estamos seguros ni de nuestra propia identidad. ¿Quién no se ha sorprendido al
descubrir que el rostro de ese extraño, reflejado en la vitrina, entre el
gentío, era el suyo? Perder la identidad significa extraviarse en uno mismo. No
"perder el norte" sino el centro, el punto fijo. Hoy podemos ir a todas partes pero cada sitio es ninguna parte.
Recobrar la orientación del movimiento, restablecer la armonía de las cuatro
direcciones y de los tres tiempos, saber en dónde estamos y adónde vamos:
quietud, regreso al punto de intersección. Hemos tenido demasiados guías. Desconfío de los hombres y de las obras que
pretenden mostrarnos el camino recto. Cada uno de esos caminos termina en
un muro o en un desfiladero. Lo que necesitamos los hombres modernos es
aprender a quedarnos quietos. Le pido a la
poesía que nos haga, así sea por un instante, coincidir con nosotros mismos.»
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