Por José Emilio Pacheco
El 17 de marzo de 1999,
invitado por Osvaldo Zama y Jorge Valdés Díazvelez, Sabines hizo la
última lectura de su vida en la Casa de
la Cultura de México en San José de Costa Rica. Más de trescientas personas
llenaban la sala. El silencio era reverencial. En el avión de regreso a
México no hubo un minuto en que alguien no se acercara a Sabines para pedirle
un autógrafo o, lo que es más asombroso, una dedicatoria en el Otro recuento de poemas. Nadie sabía que
iba a viajar en ese vuelo. Llevaban ejemplares porque es su lectura cotidiana y
la prefieren a las películas y a las novelas de aeropuerto.
Tardamos una hora en llegar a
la salida internacional desde la sala ante la que aterrizó el aeroplano. Empujo
la silla de ruedas y tengo que detenerla a cada momento. Otra vez libros surgidos de la nada, saludos de
mano, veloces testimonios de lo que su poesía ha significado para todas esas
personas. Entre ellas, sí, hay muchas con ingresos suficientes para un viaje
aéreo: pero también, y quizá sobre todo, empleadas de las tiendas, oficiales de
migración, aduaneros, maleteros y un
gran número de jóvenes y de muchachas. Nunca había visto ni volveré a ver
nada igual. ~
—Fragmento de "El
retorno de la poesía popular", en Letras
Libres, mayo de 2000.
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