El día de su muerte en 2015, el mundo del rock lamentó la pérdida de una leyenda real tanto dentro como fuera del escenario. Tan capaz de conducir una línea de bajo a través de su cráneo como lo fue de hundirse cuatro botellas de whisky en una noche, Lemmy fue el verdadero negocio, y como dice el refrán: “real reconoce real”.
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