Y fallarían, lo harían. El glorioso crescendo de completar de “White Rabbit” es la alegoría perfecta para la época, que aceleró a 100 mph con un viento de cola de progreso y esperanza hacia un semáforo en rojo. Era un torbellino de belleza, que se tambaleaba en la línea entre una obertura trágica y una diversión extática, sonaba glorioso y si el primer verso de “Somebody to Love” (“Cuando se descubre que la verdad son mentiras / Y toda la alegría dentro de ti muere / ¿No quieres a alguien a quien amar?”)
Esa vibrante acumulación pronosticó el delirio de Alice que se avecinaba.
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