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EL EXTERIOR. NO UTILIZAR ESTA PUERTA EXCEPTO EN CASO DE EMERGENCIA
Madurar
era esto:
no caer al suelo, chocar
contra el suelo, contemplar el pudrirse de la piel
igual que un fruto antiguo.
Colchón justo para los dos; años que chocan la lengua contra los
dientes una y otra vez que se tambalean en la boca
años
del sentido incorrecto.
Con tres hilos de cabeza he
tejido mi tiempo:
piensa en vosotros a mi edad,
piensa en tres hilos de cabeza, qué te falta, qué te queda; piensa en tres
hilos. Quizá
eso, madurar:
quizá Ulises boca abajo,
quizá la orilla boca arriba,
eso que queréis me esperará
diez años. Pensad en diez caídas; pensad en
diez hilos de cabeza.
¿Aquello? ¿La madurez? ¿Márchate,
olor a lavavajillas,
déjame con mi sueño?
¿O quizá en la boca uvas para
el postre del color
de la rodilla que cae al
suelo,
de la rodilla que choca
contra el suelo? Me tambaleo. Y era yo el zumo en la garganta, y era yo el
frío, era yo
las uñas y el estómago, quién era yo en mis años
con tres, en mi tiempo con
diez hilos de cabeza. Hasta mi habitación
por la escalera de incendios
un hombre
y su sentido contrario. Diez
hilos de cabeza, veinte hilos de su pecho atados a mi pecho,
juro que amé los golpes de sus piernas. Digo que madurar era esto: que no
pude negarme, digo que mis tres hilos de nada entre los dedos, y juré chocar y
el suelo
lo juré. Pensé al suelo la
caída
y el choque contra el suelo.
Pensé el aliento pensé dije
tres hilos de cabeza:
tambaleo.
Pensé en mi edad y pensé en vosotros y pensé
que nadie me avisó de madurar así, junto a la vida y el frío en el
cajón
de la fruta que se pudre.
Elena Medel (Córdoba, España,
1985)
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