El día se levanta, se despereza,
y llega a la conciencia un rumor que anuncia
un tiempo idéntico al del principio.
Los deseos se arrastran, sin sosiego, y desde
su hondura él quiere abrazar, quiere palpar,
todo está ahí, sin detenerse encima de nada,
apenas flotando.
El que se esfuerza por conquistar su noche de
plena dicha no sabe de sí,
/no ha elevado una súplica,
se deja ir con el tiempo, se hace musgo,
anhelo sin cesar,
su alma se retuerce y el reproche que quería
hacerle al amor lo avergüenza.
(…)
- Juan Felipe Robledo
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