— ¿Lo querías?
— Él era el que me quería. Pero
trataba de amarrarme. De encerrarme en su casa. Nadie puede hacerme eso a mí...
Simplemente no puedo. ¿Para qué? ¿Para qué pudrirme en vida?
— Tal vez te hubiera convenido. Su
casa es enorme.
— Sí, pero tiene paredes.
✍ — Juan Rulfo: El Gallo de Oro
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