La pareja tramó un plan:
predicar el “evangelio psicodélico” (la palabra “psicodelia” fue acuñada por el
psiquiatra y defensor del LSD, el doctor Humphry Osmond). Querían convertir el
mundo en LSD, creyendo que traería la iluminación global y ayudaría a poner fin
a las guerras.
En 1965, Hollingshead regresó
a Londres con un frasco de mayonesa que contenía suficiente LSD para cinco mil viajes.
Con la ayuda de dos compañeros etonianos, estableció el Centro Psicodélico
Mundial en un piso en Pont Street, Chelsea.
El apartamento pronto se convirtió
en un lugar de encuentro para estrellas del pop, actores, poetas y aristócratas
en busca de emociones fuertes que querían, en el lenguaje de la época, liberar
sus mentes.
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