(…)
Entonces,
por un tiempo que no es tiempo,
el desasimiento.
No puedo decir
dulzor, o dicha, o bienaventuranza,
porque lo único que hay en mí
es un aire mínimo
que respiro apenas.
Como un sonido universal
y casi inaudible.
Lejanísimos los entes
con los que mi piel establece contacto.
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