viernes, 27 de mayo de 2011

Una mujer monocromática…


Proponerse efectuar con tanta firmeza la tarea de llevar al límite la expresión de la desesperanza, de la soledad, de la melancolía, es algo que no cualquiera puede concretar… Existen, evidentemente, formas misteriosas de comunicarse con nuestro inconsciente.

Hay quien destaca por su independencia creativa, un fiero individualismo y una consistencia estilística que sigue influyendo -y motivando- a nuevas generaciones de cantantes y compositoras.

En efecto, la exploración por la sordidez musical debe no poco a esta mujer. Si se prefiere: existen apreciaciones indeleblemente marcadas por la citada sordidez musical de ella.

Empero, resulta molesto en extremo que cuando la femme fatale “desaparece” no se situé a Nico en el lugar que realmente le corresponde. Que no se le hace justicia ni siquiera reconociéndole su influencia en cantantes de la talla de Kate Bush, Sinnead O´Connor, Bauhaus, Dead Can Dance, entre un largo etcétera.




¿Qué era narcisista? Cierto. ¡También era autodestructiva! Cierto. Empero, la valoración de alguien como ella no debiera quedar ahí. Nunca antes sin conocer realmente la importancia de la obra de una de las mujeres más influyentes en el ámbito musical del siglo XX.

La obra de Nico no tiene porque sentirse, en apariencia al menos, agotada en su sola iconografía. Debería de asumirse, tal cual, a su sola música como elemento más que suficiente para ratificarle un lugar en la historia del rock. De las féminas en particular…




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