"(...) Acostúmbrate a ver un momento el cielo cada
mañana, y de pronto serás consciente del aire que te rodea, el olor de la
frescura de la mañana que se te concede entre el sueño y el trabajo.
Encontrarás todos los días que el tejado de cada casa tiene su propia
apariencia y su propia luz. Pon atención y pasarás el resto del día con una
satisfacción reminiscente y un sentimiento de coexistencia con la naturaleza.
Gradualmente y sin esfuerzo, el ojo se entrena a sí mismo para poder transmitir
numerosos y pequeños placeres, a contemplar la naturaleza y las calles de la
ciudad, a apreciar la inagotable diversión de la vida cotidiana. Esto es, para
el ojo entrenado artísticamente, solamente el inicio del viaje; lo principal es
el comienzo, el acto de abrir los ojos".
(Hermann Hesse)
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