Escucho rock con mi hija, pero es ella quien lleva la
batuta. Ya no tengo urgencia de estar al día. No soy tan aficionado como cuando
consideraba que los músicos eran los chamanes
de la tribu. La música se ha convertido en un rumor de fondo. Sin embargo,
vuelvo a al tema desde la literatura. En mi más reciente novela, Arrecife, del protagonista es un bajista
que perteneció a un grupo inventado por mí, Los Extraditables. Hace unas
semanas se estrenó en Barcelona y Madrid, Desde
Berlín, obra de teatro de la que soy coautor y que escenifica el disco Berlín, de Lou Reed. Y en diciembre, en el Museo del Chopo de la ciudad de México, leeré textos de mi libro Tiempo transcurrido, con música de Diego Herrera, miembro de Caifanes. Hemos hecho canciones para
ser contadas. No estoy zambullido en el
rock como en otras épocas, pero a veces me empapa.
(Fragmento de la entrevista aparecida en el diario El País, en diciembre de 2014)
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