Blood on the Tracks, la obra maestra de Bob Dylan de 1975. Al igual que las canciones, la funda del álbum, cuando se voltea entre la portada y la contraportada, evoca muchos sentimientos fuertes e inmediatos. Está la curiosa pulcritud del nombre y título del artista subrayado, justificado a la derecha, todo en mayúscula, descendiendo línea por línea, una palabra a la vez, en el lado izquierdo del frente del álbum en blanco.
Una banda de cortinas de color púrpura rojizo (o rojo púrpura) debajo de él, un color mucho más cercano a un hematoma profundo que la acumulación de sangre. Un diseño tan simple y preciso para un disco tan crudo y emocionalmente inquieto.
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