¡Si supieran estas muchachas
lo que vaga ese hombre
al verlas pasar con el pelo
aún mojado y la sonrisa
del placer todavía
desarmándose en sus bocas!
Si
lo supieran, dejarían de
subir las escaleras y correrían
a comprar una cuerda para
llegar a su balcón y secarle
esa lágrima que corre sólo
por ellas que amanecieron
hoy en brazos de otro
haciendo el amor una y otra vez
en el largo delirio de la
infancia crecida.
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