Dejando a un lado la leyenda, un año después del día de su partida, regresó a Robinsonville habiendo adquirido las habilidades que lo coronarían rey. Donde una vez Son House lo había perseguido desde su escenario, ahora vio a Johnson acercarse con un puntal mezquino y una extraña séptima cuerda adicional agregada a su guitarra de orejas de perro.
Esta vez Johnson se convirtió en el centro de atención y tocó
como nadie lo había hecho antes. Atrás quedó el desafinado scratch y doggerel gritando
y su lugar fue un intérprete trascendente cantando canciones de versos hoodoo, dejando todo lo que sería bueno
en la música popular por venir, y en un instante asegurándose su lugar como el
Rey del Delta Blues.
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