Faltan 15 minutos para que dé
cualquier hora de la mañana. Estoy despierto desde hace horas; pero no quiero
levantarme; ¿para qué?; a nadie espero; tengo ningún pendiente; mejor
permanezco así, quieto, boca arriba, mirando fijamente al techo; mirando,
también, las lámparas que penden de él; mirando una ventana ligeramente
entreabierta, a ella; la sumisa fotografía de ella sobre el escritorio a la
distancia; ella, quien terminó desbaratando, tajantemente, mi serenidad
onírica...
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