En 1966, Graham Nash hizo una
peregrinación propia, una que provocó una de sus canciones más famosas. Estando
de vacaciones, Nash compró un boleto y se subió a un tren desde Casablanca a
Marrakech.
"Estaba en primera clase y había muchas mujeres estadounidenses
adultas y ricas que tenían el cabello teñido de azul", señala Nash. “Rápidamente
me aburrí de eso y volví a la tercera clase del tren. Ahí fue donde todo estaba
sucediendo. Había mucha gente cocinando pequeñas comidas extrañas en pequeñas
estufas de madera y el lugar estaba lleno de gallinas, cerdos y cabras. Fue
fabuloso; todo fue fascinante".
Tan rica fue la experiencia
que Nash la vertió en una vívida pieza de pop psicodélico: “Marrakesh Express”.
Meliflua, despreocupada e irresistiblemente pegadiza, la letra hacía referencia
a 'alfombra animal de pared a pared', 'algodones de colores' en el aire y
'encantadoras cobras en la plaza'.
Pero también insinuaron una vaga sensación
de insatisfacción con la vida, como si Nash estuviera en una búsqueda
indefinible de algo mejor. Particularmente las líneas: 'Barriendo telarañas
desde los bordes de mi mente / Tuve que alejarme para ver qué podíamos
encontrar.'
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