La poesía se consigue ejerciendo
una
violencia singular
sobre la lengua.
Saca de su lugar
el significado
asignado a las palabras,
así como su ritmo y su orden normales,
para
devolvérnoslas extrañadas,
extranjeras ante sí mismas.
La poesía, al violentar
la lengua,
nos violenta a nosotros,
nos desplaza de nuestro mundo.
Pero a la vez nos detiene,
nos suspende en un
tiempo ensimismado:
el tiempo del poema.
Y esto nos hace ajenos a la otra violencia,
la común, la cotidiana.
- Adalber Salas Hernández
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