sábado, 24 de marzo de 2012

El increíble y amorfo disco debut de Howling Bells...

Descubrir la creación de un sonido inteligente e independiente no siempre pasa a dejar una impresión similar a la inmensidad con la que nos puede cautivar, por ejemplo, el desierto.

Hubo un día en que los Howling Bells gestaron un álbum homónimo en el cual terminaron reflejando un asiduo trabajo de principio a fin. Por si fuese poco, concretaron una hibridación sui generis en lo concerniente a fuertes y emotivos sentimientos para quien terminara haciendo las veces de oyente en el resultado final de su producción debut.


Algo que podría significarse una especie de experiencia musical en versión (casi) cinematográfica. Una por demás exquisita y bella fusión de elementos guitarrísticos en un estilo declaradamente folk, acompañado de percusiones que no paran, una y otra vez, de hechizarnos. Esto, encima de todo, termina siendo aderezado con una voz por demás incandescentemente seductora: la de Juanita Stein

Mezclemos western rock con algo de dark country. Afiancémoslo con declaradas influencias en el sonido de parte de The Cure, My Bloody Valentine y, finalmente, Mazzy Star. El resultado de la ecuación para todos los factores anteriores es Howling Bells, banda formada en Sydney en el año de 2005.

Debutan en 2006, siendo publicados por el sello independiente Bella Union y producidos por Ken Nelson (quien tiene en su currículo haber trabajado con Echo & The Bunnymen, The Charlatans, Gomez, Coldplay, Badly Dawn Boy o Kings Of Convenience, entre otros). En su momento, la producción debut de este cuarteto australiano fue catalogada como una de las mejores producciones de 2006 - esto bajo los criterios editoriales de revistas especializadas en la materia como la NME.

La hasta aquí multicitada banda de indie rock australiana, pero establecida en Londres, se encuentra integrada por Juanita Stein (cantante / guitarrista), Joel Stein (guitarrista), Glenn Moule (baterista) y Brendan Picchio (bajista).


El cuarteto nos obligó a ponerle atención mediante la propuesta de un disco modernamente psicodélico, no exento de serios coqueteos de folk rock. Practicantes declarados de "confiar en el uso de la tecnología", sin soslayar la posibilidad de trabajar un "sonido singular", propio. Eso no significa hacer de lado las (evidentes y bien trabajadas) influencias de folk y rock, además de su respectivo aderezo con una muy buena dosis de melancolía y psicodelia sesentera.


Juanita Stein y su trío de compañeros de banda aparecieron en el escenario con increíble y amorfo disco. Hay que darse tiempo, entonces, para reconocerlo como el producto de una de las bandas debutantes de la década. Incluso, más aún, una de las más prometedoras…

"Midnight in Paris" o la perfecta deconstrucción de la nostalgia...

Por paradójico que resulte, la nostalgia suele tener sus encantos. Si es aderezada con fantasía, más aún. La nostalgia, en no pocas ocasiones, suele ser una especie de efectiva trampa. Dicha efectividad se hace más tajante con base en la ausencia de dos factores puntales y decisivos: el arte y el amor. Sin ellos, existe ausencia de vitalidad y plenitud. Si trasladamos esta tesis a la considerada "Ciudad del Amor", París, veremos de qué manera ni la lujuria ni el amor a primera vista resultan ser la perfecta receta para una relación duradera.

Midnight in Paris, la más reciente producción cinematográfica de Woody Allen, ha desfilado recientemente ante mis ojos: irónica, divertida, conmovedora… aunque ello no signifique que esté falta de la suficiente aspereza como para evitar aplicarle un pinchazo a toda aquella nostalgia, quijotesca y excéntrica que, de principio a fin, la abraza.

Además, Midnight in Paris versa no sólo sobre lo bueno que sería vivir en la década de 1920 en París. Mejor aún: se erige como la perfecta deconstrucción de nuestra fascinación nostálgica con el pasado. Podría tratarse de París en 1920, Estados Unidos en 1950, Argentina en 1960, o Japón en 1930, siempre hay períodos en la historia considerada como el epítome de la sociedad y la cultura, que mencionamos con la frase "aquellos fueron buenos tiempos".


Sin que necesariamente el ejercicio cinematográfico de Allen tenga que verse como cínico, encontramos en él una rica exploración de estos (muy cargados) sentimientos nostálgicos, se deconstruye la razón detrás de ellos, mirando, contemplando a quienes los poseen.

Lo mejor, muy a titulo personal: somos sabedores de que esta historia dista mucho de ser real, pero ir de la mano con el protagonista principal de la cinta, no deja de ser una fantasía seductora.

Según se jerarquicen lecturas, la cinta también tiene una exploración reflexiva acerca del núcleo de la creación artística, la inspiración, y la crítica. Valores agregados pero nada deleznables.

Sin embargo, el encanto de la película proviene de la gran cantidad de actores que interpretan a figuras artísticas históricas. Quizá por ello hasta el espectador más marcadamente cínico podría terminar sucumbiendo ante su ingenio y encanto. No obstante la fijación literaria de la película, no resulta premisa el tener que compartir los intereses del protagonista principal de la cinta para poder disfrutar de su fantasía.

La trama de la cinta se centra en Gil, guionista de Hollywood intenta revivir un sueño viajando en el tiempo a fin de poder ubicarse en la Edad de Oro, aquella en la que Picasso y Hemingway son su conocidos, con el fin de poder concretar su meta: terminar una novela que versa acerca de "un tipo que es dueño de una tienda de nostalgias".

Asimismo, Gil se visualiza como uno de los escritores de la "Generación Perdida", bebiendo vino y concluyendo su novela en medio de la elegancia, con todo lo que la atmósfera de París tiene para ofrecerle.

Gil es un romántico, enamorado de cada pedacito de París, de sus mujeres hasta sus paisajes. Cree que París es sumamente hermosa "bajo la lluvia", optando por caminar antes que tomar taxis para deambular en la ciudad.

La película arranca con un montaje de fotos de la siempre atemporal París. Durante aproximadamente cuatro minutos no hay absolutamente ningún diálogo. Destaca la presencia de un, sí, nostálgico jazz reproducido sobre imágenes potencialmente atractivas de la ciudad, lo que permite al espectador darse una idea de París y su belleza.

Durante la cinta descubrimos cómo Toulouse-Lautrec, Degas y Gauguin, también son presa de no poca nostalgia: miran con no poca nostalgia hacia el Renacimiento como la verdadera época de bonanza. El planteamiento se hace inevitable: ¿Qué harías si pudieras retroceder en el espacio y tiempo para así vivir en un mundo considerado mejor que el tuyo en tiempo presente?

Es decir, la nostalgia es muy común, un sentimiento casi universal. En tanto que la película no necesariamente habla de nosotros, aunque, sin duda, hablará con nosotros…

Midnight in Paris

lunes, 9 de enero de 2012

El romanticismo radical de Philip Glass...

Su música refleja una belleza y emotividad con raíces en los ritmos y los ciclos del cuerpo humano, la conciencia y nuestra interrelación con el mundo natural…

Con esta propuesta musical se apetece celebrar lo mismo el paso de las nubes que la fundación de ciudades. Se conjuntan y reflejan, aquí, lo mismo movimientos de relojería de los planetas, que la concreción de abarcar los distintos estados de ánimo propios de los ámbitos del corazón humano…


Sus ritmos son fascinantes, además de majestuosos.

La música de Glass transmite, sí, un real concepto de la hermosura.

Gran parte del encanto de su obra reside en esa peculiar capacidad para hacer que el tiempo y la experiencia del escucha sean una misma en el espacio a través de diferentes modos de percepción.

Glass ofrece, en pocas palabras, un romanticismo radical desprovisto de sentimentalismo barato.


Glass y la ausencia del sentimentalismo barato...

jueves, 5 de enero de 2012

Berth Orton: sobriedad delirante...

Beth Orton: guitarra folk y una voz inquietante. Es el equivalente a la perfecta banda sonora para la sobriedad después de una noche delirante.



Mezcla única de trip-folk. Talento formidable en evolución constante. Una guitarra en un estilo sumamente peculiar, impulsando con su sonido el recorrido a lugares donde nunca antes se ha ido…

Música que envuelve e invita a caer en un estado de somnolencia, como preludio claro de una inevitable, cuán sutil, inconsciencia…

miércoles, 4 de enero de 2012

Beethoven & Guicciardi...

El título original de la sonata es "Quasi una fantasia" El popular título de la "Sonata Claro de Luna" en realidad no se produjo sino hasta varios años después de la muerte de Beethoven.

En 1836, el crítico musical alemán Ludwig Rellstab escribió que la sonata le recordaba a la luz de la luna reflejada en el lago de Lucerna. Desde entonces, la "Sonata Claro de Luna" se ha mantenido como la "oficial" del título no oficial de la sonata.


Beethoven compuso la famosa "Sonata Claro de Luna" en 1801, y lo dedicó a la condesa Giulietta Guicciardi, discípula de Beethoven.


Poco tiempo después de sus primeras lecciones, los dos se enamoraron. Una vez que el músico le hubo dedicado la "Sonata Claro de Luna" a Giulietta, se cree que Beethoven le propuso matrimonio.


A pesar de que Guicciardi estaba dispuesta a aceptar la propuesta de Beethoven, la prohibición de parte de sus padres le impidió casarse con él...

"Quasi una fantasia"

lunes, 2 de enero de 2012

domingo, 1 de enero de 2012

Transformación...


"Es preciso que 
cambie 
a cada momento, 
porque

dejar 
de transformarse 
es dejar de vivir".


(Henri Bergson)