El borroso retrato de los Stones en una vigorosa mañana de otoño en Primrose Hill, Londres, en 1966,
capturó a la perfección lo que Mankowitz describió más tarde como "la sensación etérea y drogadicta de
la época". Este fue el primer vistazo que el público tuvo de la
rapidez con que Brian Jones se
estaba deteriorando.
De pie en el borde de la
fotografía estaba Keith Richards
sonriendo detrás de un par de sombras, mientras Charlie Watts, quien parecía un sicario, se inclinó hacia el
viento, mientras que Bill Wyman, de
mejillas vacías y de párpados gruesos, era como un zombi, distante, en la parte
trasera. Demacrado y agitado, la mueca de Mick Jagger parece como si pudiera modificarse en cualquier
momento.
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