miércoles, 22 de junio de 2011

Mods

Días en los que se produjeron grandes discos. Grandes éxitos. Momentos memorables en los que se abría el Melody Maker. Se podía dar vueltas y vueltas por los clubs de música. Pasear por las calles. Lo mejor: se tenía acceso a toneladas y toneladas de buen ruido por siete chelines y seis peniques (precio de un single en aquellos días) Sí, días en que el rock inglés fue mejor de lo que nunca antes. Vida elegante. Vida fácil… pero efímera.

Principios de la década de los 60. Aparecen los Mods. Para 1964 alcanzarían su cenit. Eran una especie de reacción en contra de los Teddy Boys en los 50. Para algunos, los Mods eran un nuevo paso en la decadencia de la época. Era este, a pesar de todo, el ambiente propicio para gestar, desarrollar, anclar una nueva propuesta para un buen rock.

Pulcros y delicados, siempre montados en sus motos, los Mods manifestaban una preocupación obsesiva por la ropa que vestían. Eso era una prioridad. Todo el dinero que pudiesen conseguir se encauzaba directamente al guardarropa. Para 1962-1963 terminaron por “crear” Carnaby Street.

En esos años, considerados de abundancia (1964-1965), se llegó a creer que nunca más se tendría que volver a trabajar en la vida. Solamente había que ocuparse de sentirse libre, de perder el tiempo, de comprar ropa nueva, de hablar y hablar con los amigos…

El mundo de los Mods es estrictamente masculino. Los integrantes de esta tribu solían bailar solos, además de ser muy propensos a sumergirse en sueños de claros matices narcisistas. Solían bailar solos en los clubes de la época. Gustaban de posar y hacer gestos frente al espejo como nadie nunca antes. Seguramente hacían fila para mirarse frente al espejo. Paulatinamente, el Mod terminó haciéndose más frío, tenso, obsesivo… Algo no andaba bien con sus anfetaminas, o…

En días festivos del año de 1964, los Mods solían dirigirse a las playas de la costa del sur: Hastings, Margate o Brighton. No iban solos. Mucho menos a deleitarse con la brisa marina. Lejos de esto, los Mods buscaban hacer su catarsis muy a su manera. Buscaban a sus némesis: los Rockers, declarados enemigos naturales. Se odiaban profundamente.

Una vez que se encontraban, ambos bandos, se enfrascaban en una batalla de tres días seguidos. Destrozaban y saqueaban. Vagabundeaban en pandillas. Los Mods pensaban que los Rockers eran unos estúpidos. Los Rockers, a su vez, pensaban que los Mods no eran otra cosa que unos chulos.

Provocar. Silbar. Tragar anfetaminas. Correr de un lado para otro. Ningún tipo de control. Ningún límite. Primera y única vez en que se estaba ante un escenario así en la vida.

Entonces aparecería el “himno” para esta tribu, para esta generación. Pete Townshend se puso en los zapatos de esos chavos, de esos adolescentes. Encarnó al prototipo del Mod de Sheperd´s Bush. Townshend crearía una lírica en la que se abordaban temáticas relacionadas con problemas, depresiones e inseguridades propias del Mod. Agresividad. Desconcierto. Confusión. Distanciamiento… Cabía toda la actitud del Mod en la divertida y siempre lista imaginación del Townshend letrista.

Cuando, un día, terminó todo esto, los Mods acabaron aburridos de ponerse guapos. Ya no volvieron a encontrarse jamás en su entusiasmo original. Sin saber cómo, se dispersaron. La visión del nirvana que alguna vez alcanzaron ya no era más asequible…

Empero, queda la constancia de que los Mods realmente estaban muy por encima de un gran universo musical plagado de excelsas ideas musicales. Caso concreto: en “My generation” los Mods trataban de justificarse a sí mismo, que quiere replicar a todos aquellos que lo desprecian, pero que ha tomado demasiadas píldoras y que le cuesta bastante concentrarse… Simplemente balbucea. El hartazgo y la desesperación le impiden contestar sus por qué. Se le complica la articulación de palabras. Entre más se lo propone más y más tartamudea…

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