lunes, 20 de junio de 2011

Práctica lectura-escritura-relectura-reescritura....

El ejercicio, la práctica de la lectura puede ser considerada, hasta cierto punto, normal. La práctica, el ejercicio de escribir, en cambio, podría resultar algo extraño. Empero, una y otra se encuentran más que relacionadas.

Se puede afirmar que el ejercicio de la escritura es efectuar la práctica de la lectura. Se escribe para leer lo escrito, revisarlo, refutarlo y, más tarde que nunca, volver a escribirlo. Reescribirlo, en una palabra. Así, hasta que se admita algo en una nueva relectura.

Reescritura. Relectura. Ambas constituyen, ¿por qué no?, la parte más potente y placentera de la lectura. Alguien, alguna vez aplicó la siguiente metáfora: proyectar la idea de literatura como una especie de inmersión en un lago helado. Para cuando se tenga algo en lo que se haya de trabajar, con el fin de mejorarlo, se tendrá entonces la parte cálida del asunto.

La relectura y reescritura per se implican mayor excentricidad, elocuencia, profundidad, claridad… Es el ejercicio de asir, de aprehender la materia prima más cerca de lo que, se cree, el texto final debe de ser.

El primer rastro de palabras suele llevar a una inevitable continuación. Llega, entonces, la relectura. La insatisfacción hibridada con gusto a un mismo tiempo. A pesar de todo, una porción de placer se gesta con esas letras.

Ejercer la licencia de inventar, saltar, volar, caer, es, a fin de cuentas, el ejercicio/práctica de la escritura misma. En el camino se habrá de encontrar un "estilo propio". El punto en el que se exige, sí, aunque sin hacer demasiados altos en el camino de la relectura. Sin detenerse en prejuicios que cercenen antes que gesten.

En el principio está la lectura. Posteriormente, la escritura. El escribir, bien o mal, puede ser entendido como una especie de impulso generado, a su vez, por la lectura misma. Las aspiraciones para alcanzar el nivel de escritor. Leer los libros publicados por otros. Sin dejar soslayados, obviamente, los libros personales del pasado.

En esa especie de "cierre de ciclo", por llamarlo de alguna manera, encontramos una hibridación aún más potente en conceptos: tormento, consuelo, distracción… Claro está, también, inspiración...

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