sábado, 18 de junio de 2011

"Burusera": Excitación por el olfato…

Bragas humedecidas haciendo las veces de nuevo objeto del deseo. Un fetiche exclusivo que se ha posicionado en un exclusivo sector masculino japonés. Efectivamente, en Japón, las tangas y bragas femeninas adquieren ya el rango de auténtica joya de coleccionistas. Gestación, desarrollo y crecimiento insospechado de una perversión “Made in Japan”.

Esta creciente excitación por el olfato tiene su origen, precisamente, en tierras japonesas, durante la década de los 80. Dado que se concreta en un mercado consistente en la compra-venta de bragas y/o tangas usadas por adolescentes, se le ha acuñado con el término burusera. (El término deriva del cruce entre las palabras inglesas bloomer, abreviada en japonés como buru, nombre con el que se refiere al pantalón corto utilizado para las clases de educación física en Japón; y sailor suit, abreviado en japonés como sera, en clara referencia a los uniformes típicos de las colegialas japonesas).

Más aún: debido al crecimiento insospechado en este neo-gusto por la ropa interior femenina usada, tanto investigadores como especialistas del sexo determina que este fenómeno se encuentra estrechamente vinculado a la “rinofilia” y la “barosmia” (excitación por el olfato). Por ende, el “perfume” de la mujer termina siendo el mejor “afrodisiaco”.

Existen dos actores principales en este, relativamente, nuevo fenómeno social: la parte que “opta”, en mayor o en menor medida, por hacerse de un fetiche, al cual cree menester venerar o idolatrar en exceso. La otra parte es aquella que se encuentra compuesta por colegialas que participan y fomentan este círculo vicioso, las cuales pertenecen a una clase media-alta.

Este nuevo fetichismo termina generando, a su vez, un nuevo mercado. En este espacio de (otrora) intimidad, se termina gestando y fomentando un mercado negro de alcances insospechados. Tan sólo un ejemplo: por unas bragas usadas se puede llegar a pagar entre unos 40 y 50 euros, pero también se cotizan a la alza los pantalones de uniforme de los colegios más prestigiosos de Japón, llegándose a pagar por ellos entre 400 y 500 euros.

Aquí entran con peso específico diversos factores para incrementar la cuantía del producto: como, por ejemplo, el flujo vaginal segregado o el olor impregnado en la prenda. Cuantos más días haya llevado la chica sus bragas, mejor (esto significa un claro valor agregado para quienes se manifiestan interesados en la compra de dicha prenda). Por si fuese poco, el paquete lleva, además, una fotografía de la susodicha. Fetichismo en excelencia pura el de estos nipones… Más aun si tomamos en cuenta que en Japón no existen los tabúes que en los países de Occidente se tiene hacia el sexo: uniformes de colegialas, ropa anime, comics, manga, dibujos animados

Actualmente, se venden clandestinamente en departamentos hasta donde llega un cliente que entrega 5 mil yenes (el equivalente a 45 dólares) a cambio de una prenda usada y en presencia de la portadora. Por su parte, el investigador Peter Constantine, diseñador de la guía A Journey through Japan´s Erotic Subculture, refiere que este tipo de transacción comenzó haciéndose por correo, y que en algún momento, incluso, existieron máquinas expendedoras de ropa interior femenina que posteriormente serían prohibidas por el gobierno.

Empero, serían tanto las chicas europeas como estadounidenses quienes sacarían mayor provecho de este negocio. Terminarían agrupadas en www.pantytrust.com Creando, así, una verdadera industria en el mundo del fetichismo. En este sitio cada vendedora tiene su página personal diseñada para la ocasión, sobresaliendo los catálogos con prendas de diferentes colores y texturas posados por ellas mismas, con la variedad de precios y servicios. Las tarifas fluctúan entre los 20 y 50 euros, según la que el cliente pida: tanga humedecida, con dos días de uso, después de ir a bailar, con vellos púbicos, etc.

En este sentido, cabe señalar lo masculino del fetiche. Y es que el subyugante olor de la mujer sumado al desarrollo en el diseño de la lencería en los últimos lustros, han dado como resultado este nuevo objeto del deseo.

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