"Es de noche, estoy acostada y sola. Todo pesa sobre mí
como un aire muerto; las cuatro paredes me caen encima como el silencio y la soledad que me aprisionan. Llueve. Escucho la lluvia cayendo lenta
y los automóviles que pasan veloces. El silbato de un vigilante suena como un
grito agónico. Pasa el último camión de medianoche. Medianoche, también entonces era la medianoche...". Es el
comienzo del cuento "Árboles petrificados",
de Amparo Dávila.
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