Melancolía, saca tu dulce pico
ya;
no cebes tus ayunos en mis
trigos de luz.
Melancolía, ¡basta! ¡Cuál beben
tus puñales
la sangre que extrajera mi
sanguijuela azul!
No acabes el maná de mujer que
ha bajado;
yo quiero que de él nazca
mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quien
volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla
el ataúd.
Mi corazón es tiesto regado de
amargura;
hay otros viejos pájaros que
pastan dentro de él. . .
Melancolía, deja de secarme la
vida,
y desnuda tu labio de
mujer...!
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