A medida que los años 70
avanzaban, la industria discográfica pirata explotó. Nuevas etiquetas aparecían casi a diario, ofreciendo grabaciones
completamente nuevas, así como diferentes
compilaciones de las mejores pistas de una multitud de actuaciones.
El
pantano se hizo tan grande e intratable que Kurt Glemser, un obsesivo de los conciertos, se sintió impulsado a
lanzar la gran colección de bootlegs
en 1975.
Así, Hot Wacks, de Glemser, ayudó
a los consumidores a manejar lo que había, lo que era bueno y lo que no valía la
pena ni en vinilo ni en cinta.
Para los entusiastas del underground, Hot Wacks
sirvió como un compendio vital y
necesario, uno que Glemser
actualizaba regularmente a lo largo de los años para ayudar a otros a
navegar a través de la intrincada maraña del mercado negro en expansión.
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