martes, 24 de abril de 2018

La muerte de la piratería (en físico)


Internet ha matado al bootleg físico. Aun así los bootlegs continúan fascinando a los coleccionistas lo mismo que al incondicional seguidor de la música. Vulture.com, por ejemplo, echa un vistazo a la historia de estos maravillosos documentos musicales - aunque altamente ilegales.

En 1994, el escritor de rock británico Clinton Heylin publicó su libro Bootleg: The Secret History of the Other Recording Industry, an entertaining history of the illicit form. En 1969, un montón de cintas caseras y en concierto de Bob Dylan, fueron vendidas con una portada blanca bajo el título Great White Wonder.

Heylin pinta un retrato divertido de los practicantes y las contradicciones del contrabando: "La piratería, por su propia naturaleza, califica como crimen desorganizado... nunca hubo una conspiración, o un 'Mr. Big' que opere en la zona crepuscular de una insaciable demanda con mucho placer y un mínimo de ganancias.”

Heylin cita al contrabandista Lou Cohan: "La cifra que dieron en el momento de mi arresto, en 1976, de que confiscaron 250 millones de dólares, 'valor de los bootlegs, es totalmente ridícula. Manufacturaba entre 2,500, 3,500, como máximo cuatro mil piezas de un bootleg de un artista en particular y vendiéndolos al por mayor... a lo sumo por $1.50 cada pieza".

Empero, cuando el libro de Heylin salió a la luz, su tema ya estaba desactualizado: a partir de finales de los 80 y llegando hasta los 90, las reediciones de CD y sets de cajas de sellos como Rhino eran impelidos por rarezas y outtakes lo mismo que por versiones limpias de viejos álbumes y singles.

No es coincidencia que Presley y Bob Dylan sean dos de los artistas más pirateados de todos los tiempos, con una plétora de sesiones inéditas de estudio y shows en vivo ampliamente intercambiados.

Hoy en día, por ejemplo, las bóvedas de Presley han sido completamente exhumadas por RCA, incluyendo un montón de material dirigido específicamente a coleccionistas que devoran los bootlegs.

Hoy en día, la sola idea de un bootleg (tomas falsas y grabaciones en vivo en prensas de mala calidad que cuestan, en muchos casos, el doble del precio de un álbum regular) resulta por demás pintoresca. Máxime en una época en la que hay mucho material disponible en línea de manera gratuita, o no.

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