Leonard Cohen se mudó a Londres en 1959, y luego a la isla griega
de Hydra el año siguiente, donde vivió en una casa de tres pisos. En Hydra,
vivió con la primera de sus legendarios romances, Marianne Ihlen, de Oslo.
Años más tarde, en entrevista, Ihlen reconoció que Cohen mostró "una gran compasión por mí y mi hijo".
Lo sentí en todo mi cuerpo".
La relación con Ihlen comenzó como un arquetipo
para Cohen: se sentiría atraído por un ideal de pasión y significado romántico,
pero en lugares cerrados podría resultar difícil, incluso en un entorno tan
remoto como Hydra.
Las cosas se volvieron tempestuosas. Ihlen reconoce que podía enfurecerse
cuando bebía, y que ni ella ni Cohen demostraron ser fieles. "Todas las mujeres
jadeaban por él", dijo posteriormente
Ihlen. "Me atrevería a decir que estaba
a punto de suicidarme debido a eso".
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