Durante la etapa punk, Paul Weller se veía como el hombre más
terso que alguna vez tuvieras la desgracia de conocer. John Lydon parecía que te gritaba, Sid Vicious parecía que te golpeaba y Joe Strummer parecía que te daría una conferencia. Weller,
mientras tanto, parecía inarticulado,
como si tener un buen vocabulario, en algún sentido, pudiera implicar una
traición a su clase. Sin embargo, incluso a esa temprana edad, cuando estaba
tan inexperto, podía escribir, en ocasiones, con la sutileza de Van Morrison o la ferocidad de Pete Townshend.
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