No sucedió, en parte porque era un desajuste desde el principio. Si
bien su trabajo para Blue Öyster Cult
y The Dictators podría haber llevado
a la disquera a creer que él era el hombre que podía hacer que The Clash fuera aceptable para los oídos de EU, el
resultado fue una brillante imperfección
de álbum. Pearlman soslayó la voz de
Joe Strummer: su voz está enterrada en la mezcla, bajo una avalancha de
guitarras comprimidas, ecualizadas y con eco.
También vació el cancionero
de Strummer y Jones, así que después de su segunda gira por EU, The Clash se
encontraba en una encrucijada. Tuvieron que decidir qué tipo de grupo querían
ser, y lo hicieron al estilo de The Clash: despidieron
a su manager, Bernard Rhodes, se mudaron a un nuevo estudio de ensayos y se
dispusieron a escribir y trabajar en nuevas
canciones.
Pero cuando llegó el momento de contratar a un productor,
lanzaron una curva: Guy Stevens,
mejor conocido por dirigir los álbumes
pre-Bowie, de Mott the Hoople, y
por un estilo anárquico de producción.
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