Cuando la revista Playboy
tuvo el descaro de preguntarle a Bob Dylan de qué trataban sus canciones en una
entrevista de 1966, su respuesta fue típicamente poco convencional y evasiva:
“Oh, algunas duran aproximadamente cuatro minutos; algunas son de cinco; y
algunas, lo creas o no, son de alrededor de 11".
En aproximadamente cuatro años, había dado
vuelta la idea de lo que podía hacer una letra de canción y ya se había cansado
de que el mundo intentara alcanzarlo. Había superado su extraordinaria habilidad
(especialmente teniendo en cuenta su tierna edad y sus antecedentes cómodos)
para escribir canciones de protesta empáticas y universales ('Blowin' in the
wind', 'The times they are a-changin', 'With god on our side') y dirigió su
mano hacia surrealistas obras maestras ('Mr Tambourine Man', 'Visions of Johanna',
'Desolation Row').
También mostró la veta romántica de un verdadero poeta con
una habilidad especial para documentar asuntos enredados del corazón ('Don't think
twice it's alright', 'For Ramona', 'Just Like A Woman').
En las décadas transcurridas desde su primera
ejecución de letras que rompen moldes, Dylan ha demostrado su versatilidad como
poeta con todo, desde narraciones que cambian el espacio y el tiempo ('Tangled up
in blue', 'Brownsville Girl') hasta reflexiones sobre la mortalidad y la
moralidad. ('Not dark yet', 'Man in the long black coat'), y eso sólo está
rascando la superficie.
En su defensa de los poetas, desde Rimbaud hasta los Beats
y Robert Burns, hay muchas posibilidades de que Dylan haya hecho más que nadie
para promover el perfil de la poesía desde los años 60.
No hay comentarios:
Publicar un comentario