Todo sobre Seventh Son of a Seventh Son parecía correcto. En cierto sentido,
fue aventurera y musicalmente desafiante: desde la introducción atmosférica de
Bruce, hasta la dinámica sofisticada y los solos abrasadores de “Moonchild” e “Infinite
Dreams”, hasta el extravagante viaje en metal progresivo de la pista del título
de nueve minutos y el triunfal, sesgado pegadizo de “The Clairvoyant”, Seventh Son of a Seventh Son fue el
sonido de Iron Maiden extendiéndose.
Pero también fue un álbum de himnos
metálicos impactantes y perfectamente construidos: “Can I play with madness”, “The
evil that men do”, “Only the good die young” ... gemas inolvidables, todas y
cada una de ellas.
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