¿Cuál es el secreto para que Martin Barre Lancelot haya sido el único miembro que no desertó de
los 26 que pasaron por Jethro Tull?
Contesta Ian Anderson, líder y
fundador de la agrupación: "Tenemos mucho en común en el campo musical y nos hermana el interés de indagar en otras músicas
y estilos. Desde que llegó, en 1968, compartimos esa aventura. Además, tenemos
las mejores relaciones en términos de amistad y familia. Ahora que lo pienso,
es absolutamente importante mantener identidades separadas, intereses
separados, habilidades separadas y, si es posible, esposas separadas".
Al hablar de las deserciones –Mick Abrahams, Jeffrey
Hammmod, John Evan y el
mismísimo Tony Iommi entre ellas–,
el escocés nacido en Blackpool traza una alegoría con el fútbol. Revela con una
pregunta. "¿Cuántos arqueros ha tenido tu equipo
de fútbol favorito en los últimos 40 años?: lo importante es que aún estoy
encendido y sigo teniendo metas...
Barre permaneció porque es un gran arquero." Y como único sostén, además, del
amplísimo y heterodoxo péndulo estético de la banda. Que fue blues en los
principios (This Was, 1968); que
incorporó jazz, Bach y rock fuerte con Benefit
(1970); que tuvo picos excluyentes de inspiración progresiva en el primer
lustro de los setenta (Aqualung, Thick as a Brick, A Passion Play, Minstrel in
the Gallery), que se mostró sabia en música
barroca y medieval (Songs from the
Wood) y que probó hasta equivocarse aplicando ese background al pop
electrónico durante una parte de los ’80. "Somos una banda de folk, rock, jazz y música clásica con algunos
toques de tango." ¿Tango? "Sí, tango", sorprende – ¿oportunista?– Anderson.
(Fragmento de entrevista realizada por Cristian Vitale, en el diario argentino Página 12, el 20 de abril de 2007)
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