La voz alta y melódica de Pete Shelley se encontraba a años luz de la
acidez de John Lydon, o del ruido de
Joe Strummer, de The Clash. Los
punks en ese momento condenaban la realeza del rock de antaño.
Para cuando Shelley tomó una guitarra por primera vez, a los 15 años, su
instinto fue aprender el cancionero de The
Beatles, y esa inspiración brillaba con los himnos angustiosos de Buzzcocks.
No estaba muy lejos de los Ramones, cuyo álbum debut en 1976 se
convirtió en el modelo para el pop-punk.
Pero incluso cuando creaban canciones de amor, a los Ramones les encantaba
deleitarse con la violencia de terror y la dureza de la rata callejera.
El dolor era un componente importante del
punk, pero en vez de cantar sobre infligirlo, Shelley se volvió vulnerable por ser el receptor.
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