viernes, 15 de julio de 2011

El exquisito sonido atemporal de Agnes Obel

“No me veo como una cantante que solamente toca el piano. El canto y el piano son dos cosas iguales para mí. Es decir, son una conexión inseparable. Son como dos voces iguales”: Agnes Obel



En estos días que corren entre álbumes plagados de megaproducción, es de agradecerse, en cambio, la presencia de una – casi – subestimada Agnes Obel, quien se hace acompañar “tan sólo” de una voz maravillosamente optimista, sonando adecuadamente melodiosa, casi cual susurro…

El ave cantora conocida como Agnes Caroline Thaarup Obel (octubre 28, 1980), se dio el lujo de tomar por sorpresa a más de uno mediante sus composiciones orquestales, lo mismo que con los gratísimos sonidos producidos por su etérea voz. Esta fémina, nacida en Copenhague, subraya su influencia por artistas de la talla de Roy Orbison, Joni Mitchell, P.J. Harvey, lo mismo que por compositores clásicos como Claude Debussy, Maurice Ravel y Eric Satie. Todo esto es clara señal de que Agnes Obel, a pesar de la sueva calidez de su música, no puede ser para todos los gustos.



Así, el año pasado, fuimos presa de una producción que nos cautivó con sus melodías brillantes, con sus letras directas. Ambas iban desglosadas en un álbum que salpicaba penumbras, las cuales se hacían acompañar de combinaciones del tipo hipnótico, de tonos sedantes como fiel constante: Philharmonics (PIAS Recordings). En este su debut, Obel se da el lujo, además, de escribir, realizar y producir.



En este su álbum debut, Obel nos demuestra cuán plagada está de ese tipo de belleza emotiva que se da una sola vez en la vida. Ella se deleita cantándonos con gracia silente y tierna, aderezada con serenos cellos, así como con sutiles viñetas combinadas con piano y arpa.




Así, luego de que se han escuchado los 12 tracks que componen Philharmonics, no nos queda más que ratificar todas y cada una las influencias que se ejercen abiertamente sobre Obel. Sí, cierto, la música folk traza todo el camino a través de sus composiciones. Empero, es el sonido de corte atmosférico el que se hace predominante. Al escuchar esta obra nos hacemos acreedores a un premio por partida doble: un efecto lo mismo relajante que inquietante dentro de la misma estructura musical.



La presente producción musical nos remite, con sutil inercia, a otra producción
de tiempo atrás: el soundtrack de The Piano, mismo que fue gestado por ese virtuoso llamado Michael Nyman. Aquí tiene lugar, en más de un sentido, la expansión plena del folk con su respectiva mezcla de melancolía. Definitivamente, en Philharmonics coinciden los no pocos majestuosos acordes de piano en complicidad con ese exótico tejido de armonías vocales.



Podría pensarse en que la belleza, no pocas veces, entra en paradojas abiertas con el presente; aunque existen algunos tipos de belleza que suelen salir bien librados, ya que tienen no poco de atemporal. En Philharmonics se dan más que suficientes momentos que, precisamente, trascienden como para poder tener la certeza de permanecer indefinidamente en este exquisito sonido atemporal…


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