domingo, 31 de julio de 2011

Tsotsi: valiente y sincera historia...


Narración de algunos de los flagelantes días en la vida de Tsotsi (Presley Chweneyagae) líder adolescente de una violenta pandilla en el municipio de Johannesburgo, Soweto, en Sudáfrica. Una trama que transcurre en medio de un gueto sumamente peligroso…y poderoso.

Aquí los jóvenes forman una neo especie de fraternidad inversamente proporcional a la precaria visión que se da de la familia. Para Tsotsi – matón es su significado – el pasado no existe. Además de que es el flagelo que más lo atormenta en el presente. Tsotsi es el matón que vuelve a descubrir su lado humano una vez que, por accidente, secuestra a un bebé durante el robo de un auto.

El bebé es algo más allá de una metáfora que lo remite a su infancia, durante la cual perdió a su madre a causa del SIDA. Sufriendo, además, los maltratos de su padre alcohólico. Tsotsi es una especie de buscador extraviado: decide convertirse en padre sustituto de un bebé que recién acaba de tener. Obliga a una joven madre, no hace mucho enviudada, a que amamante al neonato. Paralelo a ello, descubre nuevas connotaciones de la vida nunca antes contempladas.

La cinta no es un discurso en pro del racismo seguro, no. Va más allá del color de la piel de sus personajes. El origen étnico desempeña un papel secundario en comparación con las complejas disparidades sociales y de clase, frente al poder de la impotencia.


La historia de cómo el bebé genera cambios radicales en Tsotsi se desarrolla paralelamente con lo que parece ser el final de su carrera criminal. Tsotsi ha sido impulsado por el miedo y la necesidad. Tsotsi, conforme avanza la cinta, empieza a responder a su propio nombre. Con ello, paulatinamente, hace una especie de desmarque de aquello que signifique “criminal” o “mafioso”. Empieza a sentirse David, su real nombre, a través del bebé que, involuntariamente, ha secuestrado.





La historia está tomada del libro de Athol Fugard, publicada por vez primera en 1980. La adaptación del director Gavin Hood consigue retratar algunos aspectos de los barrios bajos de Sudáfrica ni siquiera imaginados, aunque no por ello desconocidos en otras latitudes. Al final, se nos expone una historia valiente y sincera que, precisamente, pretende que el espectador trabaje por cuenta propia un desenlace lo más abierto posible.

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