Es 1975. Se gesta, ya, un
nuevo movimiento. Irrumpe en el escenario musical una Femme que raya más allá
de cualquier diva, poetisa de la época. Patti Smith, que así se llama, puede
presumir abiertamente de que a sus recitales acudían personajes de la talla de
Allen Ginsberg, Andy Warhol y William Burroughs. Desde lo más profundo de las
entrañas de ese embrión de Ideas Musicales conocido como CBGB, la poetisa se curtiría
en lides varias con camaradas del calibre de Television, Blondie, Talking
Heads, Ramones…
Juego y bandera a la par en ella tomaban rumbo firme, tanto en
lo espiritual como en lo sexual, como en el plano artístico, el poético (la
mancuerna Arthur Rimbaud – Bob Dylan, cual demonios, harían de las suyas a
plenitud), sin soslayar influencias del free jazz, de auténtica tradición
rockera (encarnada, oh sí, a través de la gran ejecución del cover de "Gloria",
de Van Morrison).
A todo esto, sumémosle el elemento ásperamente vital del
grupo de Lou Reed: The Velvet Underground. Con todos estos elementos flotando
en el ambiente de aquel año de 1975 resultaba entendible la conjunción de todos
ellos en pro de Horses, producción primigenia en el acetato de Patti Smith: "Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos." Vaya forma de
comenzar un disco. Vaya forma de llevar a cabo uno de los mejores debuts
musicales en la historia del rock: debido a su rol de pionera, se le conocerá como "la madrina del punk".
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