En octubre de 2013, más de 200
expertos se reunieron en el VI Congreso
Internacional de la Lengua Española, en Panamá. En ese marco, el periódico El País solicitó a veinte escritores del
mundo hispanohablante que contribuyeran a crear un Atlas sonoro de las palabras más autóctonas del español.
Narradores, poetas y ensayistas
eligieron el vocablo que consideraron el reflejo más fiel de su país para que
los internautas continuaran con sus propuestas en el blog Papeles perdidos.
José Emilio Pacheco seleccionó la palabra "pinche". Y sobre ella
abundó:
En México, "pinche" canceló su
acepción normal para adquirir, no se sabe cuándo, las características de un epíteto derogatorio que sorprende por
su omnipresencia y durabilidad.
El más amplio catálogo de
acepciones lo consigna el excelente Diccionario
del español usual en México de Luis
Fernando Lara en su segunda edición de 2009. Lara advierte que se trata de
una grosería: "Pinche" 1. Que es despreciable o muy mezquino. 2. Que es de baja
calidad, de bajo costo o muy pobre.
"Pinche" puede ser un
empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una
casa, una persona, el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo o bien lo que a usted se le ocurra. Se trata,
pues, de un epíteto que degrada todo lo que toca. Normaliza y vuelve aceptable
una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla pero no podemos cambiar.
Admite grados y
amplificaciones: "Esa novela me pareció un poco pinche". "El racismo es una
actitud pinchísima". A veces puede ser un sustantivo
inapelable: "No te lleves con él: es un tipo de lo más pinche." Puede
adquirir el rango de injuria máxima: "No me vuelvas a hablar, hijo de tu pinche
madre."
No sé cuándo empezó a
emplearse y nunca he leído nada sobre su origen. Ya que "pinche" en español
común es "el ayudante de cocina",
sin ninguna pretensión ni autoridad, se me ocurre que el término se originó en
tiempos de la hacienda y el latifundio. Nació entre los peones obligados a trabajar la tierra para beneficio de los amos y
que veían con explicable resentimiento a quienes laboraban en ocupaciones
serviles dentro de la casa grande.
Si el uso está restringido a México, resulta algo
anecdótico e insignificante frente al hecho de que, a diferencia de tantos
otros idiomas, quinientos millones de personas podamos entendernos en nuestra
lengua materna. Es una "pinche" desgracia que muy pocas veces tengamos conciencia de este prodigio.