La historia de Ian Stewart pasa
a confirmar el poder manager para degradar
a alguien cuyo rostro no se ajustaba a la imagen de los Rolling Stones. En
1963, el entonces manager de los Stones, Andrew Loog Oldham, decidió eliminar al
escocés de la alineación.
Con una gran mandíbula, resultado de una
enfermedad infantil, Stewart era considerado demasiado feo y, con cuatro años de
ventaja sobre Mick Jagger, demasiado viejo para un grupo que se proyectaba como alternativa de chavos malos vestidos de cuero.
Pero en lugar de perder la
cabeza, el hasta entonce sexto Stone, tuvo la fortaleza de una roca: decidió
quedarse para convertirse en músico de sesión y director de giras en su propio grupo.
Su nuevo papel le permitió a Stewart evitar las molestias de los reflectores y
aferrarse a su preciado papel como gurú musical, una estrategia astuta de parte
de un hombre que nunca quiso el equipaje del estrellato.
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